jueves, 5 de noviembre de 2009

El Hombre en busca de Dios

Desde que el hombre es hombre, desde siempre, aún muchas veces sin saberlo conscientemente, ha buscado la plenitud de la vida, un plus existencial mas allá de la inmediatez, de lo que puede alcanzar y lograr con su solo esfuerzo.
Los satisfactores de las necesidades básicas (alimento, cobijo, sustento económico, vestido) una vez logrados, no son suficientes para llenar el anhelo profundo del corazón humano. Éste siempre quiere más y entonces busca ese más de muchas formas y por muchos caminos; Uno de los más comunes es la avaricia, el ansia enfermiza de poseer más y más, ya sea bienes materiales, el poder de sentirse autosuficiente, el poder de manipular a las personas al antojo y capricho etc. Pero llega un momento en que se topa con una cruda realidad; ¡ Ni todo el dinero, ni todo el poder, ni toda la belleza física o el prestigio social logran satisfacer los profundos anhelos de trascendencia que pulsionan su ser!
Aquí es donde el hombre corre el riesgo de perder el camino hacia la felicidad y encontrarse sumergido en los profundos abismos del vicio, la depravación y el sinsentido de la vida.
Y es que si en la mente y corazón del hombre no existe otro horizonte que lo ilumine, ¿ Hacia dónde volver la mirada?, ¡ Si no existe otra realidad que el sinsentido de la avaricia, pues comamos y bebamos, que mañana moriremos!
Este es el hombre que se pierde en las drogas, en las francachelas con los amigos y gasta allí lo que corresponde a sus hijos y mujer, en el juego y las apuestas, que desgasta su vida y esfuerzo en la superficialidad intranscendente del hedonismo o ultranza.
Y es el que ha tomado el camino equivocado en busca de la felicidad y la paz para lo que es llamado desde el fondo de su ser.
¡ El hombre tiene un vacío con la “forma” y “tamaño” de Dios y sólo puede ser llamado con la persona de Él ¡
Ni la embriaguez del alcohol, ni los placeres desordenados y absolutizados como fin en sí mismos, ni los tóxicos, ni ninguna realidad creada puede satisfacer el hambre de trascendencia y absoluto siempre viva y latente en el hombre.
¡La Biblia, mediante los profetas de Dios siempre ha sido sensible a este drama humano!
“....Se fueron tras vaciedades y se han quedado vacíos” , el hombre que cree satisfacer sus necesidades de Dios en la entrega del corazón a cualquier otra realidad que no sea Dios, al final encontrará que está vacío, insatisfecho y fracasado en su búsqueda de plenitud.
Habrá prostituido su naturaleza y vocación para la que ha sido creado, cuando Dios, con inefable amor y ternura pronunció el nombre amado y pensado desde toda la eternidad y dio vida a todos y cada uno de los hombres y desde entonces, los ama con toda su potencia, y por lo mismo quiere que sean libres y responsables, felices y alegres, comprometidos y solidarios con los más débiles y desposeídos por la sociedad.
Según Dios, solo así es posible encontrarse con él y por lo tanto encontrarse con uno mismo, descubrir la identidad más profunda, el sentido de la vida y la creación, la maravilla de la presencia de los otros, que así aparecen como hermanos y don inédito para el encuentro.
Otro ámbito de búsqueda hacia la plenitud, es desde luego el religioso. Los seres humanos, como colectividad, desde las épocas más remotas se han topado con realidades a las que no pueden dar explicación mediante la ciencia y la sola razón y de algún modo, estas realidades le han permitido intuir una realidad distinta, trascendente, que apela necesariamente a capacidades distintas a la mera razón; capacidades tales como la estética (captación intuitiva de lo bello), la simbólica (capacidad intuitiva no racional de descubrir la presencia de lo trascendente en lo inmanente) etc.
Y entonces, el hombre primitivo al enfrentarse a fuerzas naturales como el relámpago, la lluvia, las erupciones volcánicas etc. Y al no conocer nada de dichos fenómenos, tiende a divinizarlos, surgiendo las llamadas religiones naturales.
Descubre también en algunos animales como el león, el águila, la serpiente, el oso, el lobo etc. Ciertas características de comportamientos ó físicos, que le remiten a lo trascendente y entonces diviniza dichos animales. Para relacionarse con esas fuerzas que le superan, surge el culto a las divinidades mediante sacrificios y ritos llevados a cabo por los brujos o chamanes y con lo que pretende granjearse el favor y el beneplácito de las divinidades para garantizar el bienestar de la tribu.
Poco a poco se van elaborando diversos sistemas teológicos y religiosos cada vez más complicados a medida que la cultura y sociedad evolucionan hacia formas civilizadas.
De tal manera, que civilización y religión se desarrollan paralelamente hasta alcanzar su cúlmen; Tal ha sido la historia de naciones tales como Egipto, Asiria, Babilonia, el imperio persa y romano etc.
Pero siempre ha ocurrido un fenómeno común a todas las religiones (excepto la judía y después la cristiana e islámica); Al llegar a su punto más alto de desarrollo y debido principalmente a que toda nación poderosa se vuelve dominante e invasora y con ello asume culturas diversas a la suya, los conceptos y rituales religiosos se contaminan y a la larga acaban desapareciendo y dejando en su lugar una nueva religiosidad que conoce los mismos procesos históricos y sociológicos que su predecesora, y así sucesivamente. Sin embargo, y lo que en nuestras reflexiones importa, es que la dimensión religiosa del hombre siempre ha estado presente en su historia, y constituye una manera natural, inherente a la naturaleza humana de buscar a Dios.
Desde luego, el aspecto racional del hombre también ha jugado un papel harto importante en la búsqueda humana hacia la plenitud de lo trascendente.
Es el hombre el único ser sobre la faz de la tierra que es capaz de reflexionar acerca de las grandes interrogantes de la vida; ¿Quién soy? , ¿Cuál es mi destino?, ¿De dónde vengo?, ¿Cuál es el sentido de mi existencia?. Es el único que se deja interpelar por la presencia de otros, que aparecen ante sus ojos como distintos y entonces la alteridad constituye siempre el gran dilema, el misterio perenne que le desafía y le impele a la reflexión sobre sí mismo y sobre el resto de la realidad.
Surge entonces la reflexión filosófica, que se pregunta e indaga sobre el fundamento último de las cosas a partir de la razón y teniendo como límite la razón misma. Es un intento por desvelar los grandes misterios de la vida humana y sus avatares.
Se pretende iluminar los misterios, dar razón de ellos y promover acciones para, a partir de la razón, encontrar finalmente la felicidad humana. Surgen en la época del esplendor griego los grandes sistemas filosóficos con Sócrates, Platón, Séneca etc.
Desde luego también en oriente se desarrollan grandes pensadores como Confucio, Lao-tse etc.
Todos ellos con grandes aportaciones que han permitido esclarecer, iluminar y ampliar los horizontes de comprensión de la realidad en el ámbito de lo racional.
También en la modernidad la reflexión filosófica ha estado presente con Carl Marx, Ernst Bloch, E. Levinas. E. Kant, Pascal etc.
Prácticamente todas las épocas y civilizaciones han surgido corrientes filosóficas que han aportado luz a la comprensión racional del mundo y el cosmos.
También el conocimiento científico tiene su lugar en la eterna búsqueda humana; la biología, la antropología, la física, la química, la psicología etc. Tienen su particular palabra y luz para inteligir el misterio. Sin embargo, como toda herramienta humana, también este camino es ambiguo y por lo mismo fácilmente utilizable no para crecimiento y desarrollo humano, sino para someter y explorar, a favor de unos cuantos, a muchísimos hombres.
La ciencia, concretada en técnica tanto puede servir para aliviar las necesidades y sufrimientos, como para cometer verdaderos genocidio disfrazados de” lucha por la paz y la libertad.”
En este ámbito, se observan verdaderas paradojas: por una parte, el hombre lucha por abatir la enfermedad y la muerte mediante los avances médicos, y por otro lado invierte millones de dólares en programas militares para desarrollar armamentos bélicos ultra destructivos con los que se matan millones de seres humanos. ¡Y pensar que con una mínima parte del presupuesto para armamentos se podría calmar el hambre de tantísimos hermanos en todo el mundo! En nuestra época, mas que en ninguna otra, el crecimiento científico y tecnológico ha superado con mucho el desarrollo espiritual del hombre.
Los que detentan el poder y la capacidad para poner el conocimiento científico al servicio del hombre, no parecen tener un código ético y moral que sirva para poner al alcance de la mayoría los beneficios científicos.

Mas bien, parece que se empeñan en una carrera frenética hacia la destrucción, no sólo de aquellos a los que oprimen, sino inclusive de ellos mismos.
Aquello que se supone ayuda al hombre para alcanzar niveles de vida más óptimos, sirve realmente para destruir el hábitat natural, y más tarde que temprano, la vida humana.

Podemos observar con claridad, que por ejemplo, la medicina altamente avanzada, se reserva para unos cuantos privilegiados por el sistema (aquellos que pertenecen a las elites económicamente pudientes) y la medicina estatal carece inclusive de los medicamentos básicos.
La energía nuclear es usada en la mayor parte de los casos para crear armas mortales capaces de erradicar la vida en amplias zonas geográficas e inclusive de todo el planeta,
Parece un panorama desalentador, sombrío, caótico, insoluble. A decir verdad, no parece que el hombre en ninguna época histórica haya logrado la tan anhelada felicidad.

La humanidad aparece a lo largo de su historia como profundamente contradictoria; Por un lado busca desesperadamente trascender, superar lo inmediato a sus sentidos, existe algo en su naturaleza que le pulsiona hacia un plus existencial, hacia algo que le supera, que esta más allá de lo que puede alcanzar con sus propias fuerzas, ese algo a lo que las religiones llaman Dios.
Por otro lado, en esa búsqueda, el hombre se topa con la realidad de su fracaso, de su insuficiencia, su ambigüedad, su capacidad para lograr de una vez y para siempre la felicidad y la paz anhelada
Cuantas veces traiciona los proyectos abrazados al principio con fe y esperanza y termina por abandonarlos o los convierte en realidades de muerte sin sentido.
Así, el hombre es un ser ambivalente; pulsionado hacia la trascendencia y limitado e incapaz para alcanzar dicha trascendencia.
Se descubre hecho para la vida, pero al final siempre se topa con la muerte. Es feliz cuando ama, pero sin embargo traiciona y es infiel.
Anhela la vida, pero teme vivir, huye de la muerte pero le rinde culto construyendo estructuras sociales que oprimen y matan.
¿Es este aparente absurdo existencial el único camino que le depara la vida al hombre?. ¿Está condenado a nunca alcanzar lo que tan profundamente anhela?.

Como creyentes en un Dios que no sólo es trascendencia pura, sino ser personal y amoroso para con su creación, creemos firmemente que no, creemos que el hombre ha sido llamado a la trascendencia precisamente porque le es dada la capacidad de abrazar dicha trascendencia.

Pero si ni la posesión de objetos y bienes materiales, ni la ciencia, ni la especulación racional, ni la mera intuición de lo absoluto contienen en sí mismos lo que el hombre busca, es decir, si la sola capacidad humana no basta para satisfacer su anhelo, ¿Cuál es el camino?, ¿Qué le falta al hombre para alcanzar su paz?.
Esperamos que las reflexiones ulteriores esclarezcan el panorama.